Comprender en qué momento morirá un gato: cinco síntomas

Era diciembre de dos mil cuatro y una amiga me charló de una pequeña de unos meses, encontrada en un cubo de basura, descuidada, atemorizada, anémica y con un eczema en la nariz; no podía abrazarla y me preguntó si podía adoptarla. En ese instante, ya tenía un gato macho de diez años, llamado Kikko, mas esta es otra historia. Siempre y en toda circunstancia he tenido un gato desde los seis años, ahora tengo cuarenta y siete años: en el momento en que un gato me abandonó por muerte natural o bien de otro modo, de manera inmediata readoducí uno. Había conocido desde muy joven el amor, la alegría, el entretenimiento, la corrección, la lealtad, la honestidad, la compasión y, desgraciadamente, asimismo el sufrimiento que un animal pequeño como el gato, enseñó a su amigo humano. ¡Mas jamás había adoptado a un gato! No pensé mucho en ello y mi hermana y decidimos adoptarla, haciéndola esterilizar y llamándola Kikka. Quizás debido al maltrato que padeció, después de ser lanzada al basurero, la hallé emotivamente traumatizada; no deseaba ser acariciado y también en un inicio asimismo luchó para admitir el alimento que le ofrecí. Entonces, con el paso del tiempo, comenzó a comer generalmente, el eczema se había ido y estaba verdaderamente nuevamente en forma. En comparación con todos los demás gatos machos que tenía, tenía un carácter más salvaje y era considerablemente más reluctante a dar confianza y ser acariciada... y no obstante, ya lo quería un buen ánima! Con los años, de manera frecuente le agradaba dormir al pie de la cama de mi padre, junto con él. Entonces siempre y en todo momento en torno a la medianoche, la dejé salir para hacer sus necesidades y los controles frecuentes en su territorio natal. En su sitio, estaba habituado a picar por la tarde; lo había aprendido y siempre y en toda circunstancia estaba allá aguardando a que asimismo lo hiciese, puntual como un reloj suizo; "un tanto de mimos y después merienda" se había transformado en nuestro ritual. Él siempre y en toda circunstancia ha protegido su territorio de otros gatos y en ocasiones los cazamos juntos, meridiana mente sin hacerles daño; ¡los hicimos huir de nuestro territorio! Recuerdo que era una cazadora increíble que tomaba ratones pequeños, solo para jugar con ellos, en tanto que jamás le faltaba comida. Una vez la vi dar un salto desquiciado para capturar un pájaro que de forma inmediata traté de liberar. Otros tiempos increíbles de escalada hasta llegar a la cima de un árbol y continuar allá a lo largo de media hora, acurrucado en una rama, controlando su territorio desde arriba. Con el tiempo se transformó en la protectora de la casa, de la misma manera que los viejos egipcios consideraban estos felinos: sagrados y protectores. Me levantaba por la mañana para ir a trabajar y estaba allá, la acariciaban y después corría a trabajar. Y cuando volví del trabajo?... Ella siempre y en todo momento estaba allá aguardándome, una caricia... entonces para comer juntos. Resumiendo, siempre y en toda circunstancia estuvo presente e inclusive una sola caricia de forma inmediata me puso de buen humor!..... Des afortunadamente, cuando Kikka tenía diez años, me asaltaba la desesperación: Kikka había sido golpeado accidentaria mente por un vehículo, justo frente a la casa: había una desgracia, ya no movía sus patas traseras y parecía tener una columna vertebral rota; ¡Pensé en perderla por siempre! De forma inmediata le ofrecí toda la atención posible... por fortuna podía comer y tomar, si bien apenas podía pasear más. Jamás dejé que se perdiese nada y tras meses de tratamiento, por último la vi de pie sobre sus 4 piernas: la vértebra rota se había vuelto a calcular de alguna forma. El tiempo pasó y después la vi correr rapidísimo y absolutamente en forma; fue una emoción increíble, fue completamente curado! Recuerdo que desde el día del accidente, tan pronto como vio venir un turismo, se estaba alejando: había aprendido el riesgo y no había podido acercarse a un turismo. Kikka en sus años de vida estaba habituada a comer mucho menos, desde la primavera hasta el final del verano: la primera

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